Evangelio del día Viernes 23 de Junio
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Santo del día: San José Cafasso.
† Lectura del santo Evangelio según San Mateo 11,25-30.
Jesús dijo:
“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.”
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.”
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión del Papa Francisco
“Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt. 11,28). Cuando Jesús dice esto, tiene ante sus ojos las personas que encuentra todos los días por los caminos de Galilea: mucha gente simple, pobres, enfermos, pecadores, marginados… esta gente siempre le siguió para escuchar su palabra -¡una palabra que daba esperanza!
¡Las palabras de Jesús dan siempre esperanza! y también para tocar aunque solo fuese el borde de su manto. Jesús mismo buscaba a estas multitudes extenuadas y dispersas como ovejas sin pastor (cf. Mt 9:35-36): así dice Él, y las buscaba para anunciarles el Reino de Dios y para sanar a muchos de ellos en el cuerpo y en el espíritu. Ahora los llama a todos a su lado: “Vengan a mí”, y les promete alivio y refrigerio.
Esta invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días, para llegar a muchos hermanos y hermanas oprimidos por precarias condiciones de vida, por situaciones existenciales difíciles y, a veces privados de auténticos puntos de referencia.
En los países más pobres, pero también en las periferias de los países más ricos, se encuentran muchas personas desamparadas y dispersas bajo el peso insoportable del abandono y de la indiferencia.
A cada uno de estos hijos del Padre que está en los cielos, Jesús repite: “Vengan a mí, todos ustedes”. Pero también lo dice a los que poseen todo. Pero cuyo corazón está vacío. Está vacío. Corazón vacío y sin Dios. También a ellos, Jesús dirige esta invitación: “Vengan a mí”.
La invitación de Jesús es para todos. Pero de manera especial para los que sufren más.
Jesús promete reconfortar a todos, pero también nos hace una invitación, que es como un mandamiento: “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón” (Mt 11,29).
El yugo del Señor ¿en qué consiste? Consiste en cargar el peso de los otros con amor fraternal. Una vez recibido el alivio y consuelo de Cristo, estamos llamados también nosotros a ser alivio y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro.
La mansedumbre y la humildad de corazón no sólo nos ayuda a soportar el peso de los otros, sino a no cargar sobre ellos con nuestros propios puntos de vista personales, nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia. (Reflexión antes del rezo del Ángelus, 06 de julio de 2014)
Oración de Sanación
Señor, despierto alegre sabiéndome amado por Ti y reconociendo todas las obras maravillosas que has puesto en la vida de este pobre pecador.
Te ruego que vengas a mi corazón y me ayudes a tener claridad y sabiduría en todas las decisiones que tome y que influyen en los que más quiero.
Tú me invitas a acudir a Ti cuando me siento cansado, triste, afligido, para buscar alivio, pues Tú eres el único refugio seguro, el que protege y consuela.
Jamás he conocido compasión tan inmensa y llena de vida que pueda compararse a la dulzura de tu protección. Eres un Dios cercano y amigo.
Que mi corazón también arda de deseo como el tuyo por aliviar las tristezas y desolaciones de los demás. Que esté siempre listo para consolar y animar.
Dios mío, gran consolador de almas, mi sostén y mi amor, ven con tu gracia y destruye mi corazón de piedra e instaura en su lugar uno manso y humilde.
Dame, amado mío, un corazón que no juzgue, un corazón dulce y generoso que siempre abra paso al amor y cree caminos de reconciliación.
Ayúdame a serte útil, a ser tus manos y pies, a servir y aliviar, a entregarme sin medida a la eterna llama de tu compasión. Amén.
Propósito para hoy:
Me apartaré a un sitio silencioso por unos 5 minutos y ofreceré 10 Avemaría por las benditas almas de Purgatorio
Frase de reflexión
“Nunca hay motivos para perder la esperanza. Jesús dice: «Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo”. Papa Francisco